Depender de Dios es vital para la vida cristiana, porque
nuestra vida es una vida de fe.
Cuando más debemos depender de Dios es en los tiempos de
dificultad. En esos tiempos podemos aferrarnos a la promesa del Señor que Él
tiene el control de todo. Esta verdad es un recordatorio que nada sucede al
azar.
Cuando dependemos de Dios, Él nos promete hacer que todas
las cosas obren para nuestro bien. Hay un panorama mucho más grande de cuanto
podemos ver.
Cuando dependemos
entendemos que las pruebas o dificultades son a menudo necesarias para
acercarnos más a Dios, especialmente porque tenemos la tendencia a ser
independientes.
Cuando dependemos de nuestro Señor somos guiados,
fortalecidos, buscamos más su presencia, somos más prudentes y temerosos ante
Dios y buscamos agradarle.
Cuando dependemos de Dios, somos más agradecidos porque
vemos su provisión y ayuda.
Cuando dependemos de Dios somos mas humildes porque nos
damos cuenta que nada depende de nosotros sino que todo es de Él.
Cuando somos dependientes del Padre Celestial, desechamos
la ansiedad y nos preocupamos más por su Obra.
Cuando dependemos de Dios nuestra perspectiva de vida
cambia, nos enfocamos más en lo celestial que en lo terrenal.
Así que no dejemos de depender de Dios en todo tiempo!
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