Otra vez digo: Regocijaos!


Hemos llegado a nuestra última semana de Filipenses, un recorrido breve y sencillo, pero significativo para mí en lo personal, y este capítulo cuatro es el protagonista de algunos versículos claves para algunos creyentes, pues lo saben de memoria, lo usan como versículos lema, están puestos en tarjetas y en mensajes que se regalan a alguien cercano, así que veamos un poco la primera parte de este capítulo tan significativo para algunos.

En este capítulo final Pablo lo divide, dejando primero una serie de consejos prácticos, seguidos de mensajes personales, y me gusta como aún desde la cárcel él se preocupa por ello, era un hombre de detalles, de preocupación genuina, me gusta cuando menciona a estas dos mujeres, haciéndoles un ruego muy particular, un ruego en el nombre del Señor, Wow! Alguien te ha hecho alguna vez un ruego en el ¿nombre de Dios?

La apelación de Pablo para que "estén de acuerdo en el Señor" es un recordatorio de que "debemos tener una misma mente, teniendo un mismo amor, estando en pleno acuerdo y de un mismo sentir" Fil. 2: 2

El cuerpo de Cristo debe ser unificado en el evangelio. En última instancia, sé que habrán desacuerdos, pero el cuerpo debe ser uno en Jesús, y todo debe ser visto desde la óptica bíblica y llegar a un acuerdo basado en los patrones que Dios mismo nos dejó en su Palabra, y por mas desacuerdos que hayan habido, siempre habrá un punto central marcado por la Biblia, porque ella es absoluta y clara y nada escapa de sus páginas, recordemos que tenemos un Dios que es absoluto!

Jesús debe ser nuestra figura central en la unidad, porque la cruz de Cristo unifica la iglesia, y todo esto lo vimos en Filipenses 2:4-5

Jesús soportó la cruz por nosotras, se humilló a sí mismo, haciéndose siervo y renuncio a su vida para que pudiéramos tener vida en Él.

Él es nuestro modelo de la unidad, Él es la fuente de la paz en nuestras relaciones. Evodia y Síntique perdieron el foco de lo que realmente es importante.

Aunque no sabemos lo que estaban discutiendo, todos sabemos lo que es estar separado de otro creyente debido a una discusión, la convivencia diaria puede traer algún desacuerdo pero jamás debe separarnos en Cristo, siempre seremos hermanos y coherederos de la gracia, no significa que estemos uno encima del otro pero de acuerdo en el avance del evangelio.

Por ello nos deja claro el versículo 4 que debemos regocijarnos en el Señor siempre, y nos vuelve a decir ¡Regocijaos!

Y cuando llegamos a los vr 5 al 9 nos alienta con la paz, esa paz que tanto anhela nuestra alma, esa paz que solo viene de Él, esa paz que es inigualable, segura, serena, esa paz verdadera que solo da Cristo.

Y en este tiempo turbulento de luchas y pruebas esa es la paz que perseguimos, y en lo personal estos versículos me hablan directamente a mi corazón porque son absolutamente directos a mi vida y Pablo aquí en  Filipenses 4: 4-7 no nos da excepciones a la regla de "no te preocupes" y "regocijarse siempre". Él no dijo, cuando tu no consigas los alimentos que necesitas en tu hogar, o cuando tu cuenta bancaria este cada vez más baja, o cuando se está sola y esperando para el matrimonio, o cuando estas en problemas serios con tu esposo o un hijo rebelde... entonces tu puedes preocuparte! No. Él nunca nos da una salida así porque una vez más vemos los absolutos de Dios.

Y te podrías preguntar ¿Por qué? Si estoy pasando por todo este torbellino, bueno la repuesta es que la preocupación nos roba nuestro gozo, y la preocupación nos hace olvidar que servimos a un Dios que es capaz de resolver todas las cosas incluso las imposibles Lucas 1:37.

La preocupación no aporta un solo minuto de paz a nuestra vida. Sin embargo, la oración, la gratitud y la adoración son las avenidas sin tráfico que nos llevan a la alegría. Incluso en las circunstancias más extremas y difíciles, Dios es fiel, y podemos venir a Él y poner nuestras peticiones a sus pies, y podemos descansar en su paz.

Martín Lutero dijo una vez: " debemos orar y dejar que Dios se ocupe."
La oración es la puerta a la libertad que nuestros corazones necesitan. Cuando oramos con un corazón agradecido, confiando en la soberanía de Dios y su voluntad amorosa, nuestras almas experimentan una paz que sobrepasa todo entendimiento. Pasamos de ser una angustiadora y quejumbrosa mujer a una adoradora en medio de las luchas.

La cruz de Cristo nos da la paz que necesitamos. Jesús es nuestra razón por la que nos regocijamos siempre, así que no te preocupes por nada, y estemos agradecidas por todo siempre!

Por la gracia de Dios, podemos regocijarnos "en el Señor" en cada situación.
Y eso es en lo que hoy debemos meditar.





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