Llegamos al capítulo 2
Comenzamos este bello capítulo
con un modelo de vida cristiana, donde veremos la humildad de Cristo, algo que
nos impacta a todos los creyentes.
Las circunstancias de la
vida, pueden hacernos perder el gozo de diferentes maneras, cuantas veces perdiste
tu paz, tu tranquilidad y gozo por lo que alguien dijo de ti, o hizo algo que te perturbó o te sigue perturbando a
pesar del tiempo transcurrido.
La comparación y la
competencia tiene sus raíces en el orgullo y lastimosamente estas dos actitudes
están coladas dentro de la Iglesia de Dios, pero Pablo nos advierte que no podemos estar unidos con el cuerpo
de Cristo cuando estas actitudes están presentes, y nos exhorta para que cuando nos miremos en el espejo de este mundo, y busquemos la
fama y el reconocimiento, veamos también que rápido se desvanece.
Pero cuando nos miramos en
el espejo de la Palabra de Dios, lo primero que veremos es la gloria y la honra de Jesús, porque
la Palabra de Dios es el espejo a través del cual vemos el estado de nuestros
corazones, el estado de nuestra alma, y ella nos muestra tal como somos, porque
no esconde nada.
El evangelio es el lente a
través del cual nos vemos con claridad, y lo que vemos allí es una pecadora en necesidad de un
Salvador.
El resultado de esta mirada nos hace ver la humildad de nuestro
Salvador, y definitivamente nos hace sentir una profunda admiración por Jesús,
quien murió por nosotras en la cruz tomando nuestro lugar.
Tal
vez lo que más nos cuesta en la vida es ser humildes, somos prepotentes en
muchas cosas, nos la sabemos todas, nos cuesta aceptar el consejo, la instrucción,
la guía de otro, y nos cuesta muchísimo ver a los demás como mejores que
nosotras mismas, por eso cuando fijamos nuestros ojos en Cristo, todo el
panorama cambia.
Hoy
tal vez necesitamos mirar más al Salvador, y ver allí su ejemplo de humildad e
imitarle para honrar así un nombre.
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