La verdad no nos hace libres para pecar, sino
libres del pecado.
Cuando Pablo enseñó acerca de la gracia algunos
querían creer que esto significaba libertad de toda ley y, por
eso, que podían perseverar en el pecado. Los evangélicos enfatizan
mucho que no estamos bajo ley sino bajo gracia, y para ellos esto significa
que no estamos bajo ninguna ley.
¿De qué somos libres? Libres de la culpa del
pecado, Hechos 2:38; libres del dominio del pecado, es decir, libres de la
esclavitud a los vicios, la esclavitud de las pasiones carnales, la esclavitud
del materialismo o del placer, etc., Romanos 6:12; libres del temor (terror)
del juicio, 1 Juan. 4:18.
Pero no quedamos libres para hacer lo que
quisiéramos hacer, porque eso sería convertir la libertad en libertinaje.
"Como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios.
"Como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios.
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