El endurecimiento del corazón es la
fuente de todos los demás pecados, cuando jugamos con el corremos el riesgo de
que se convierta en un cayo duro y difícil de quitar.
El pecado tiene tantas formas y
colores, que necesitamos más ojos que los nuestros para verlos, para identificarlos
y para huir de él.
El engaño del pecado endurece el
alma; un pecado permitido, deja paso a otro pecado; y así se hace hábito, vamos
acostumbrándonos y terminamos destruyendo nuestra vida.
Por ello debemos cada uno de nosotros
tener cuidado con jugar con el pecado pensando que luego no lo volveré hacer,
oremos por quienes están cerca y sabemos que están endurecidos para que sean sensibles
ante la verdad de Dios y se aparten del pecado.
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